Huellas de la historia para caminar el presente

“Fogón de la memoria” 

Durante el viernes 19, trece militantes se convocaron en una noche que reconciliaba al pasado. Historias de vidas y experiencias de luchas se entretejieron en un todo inacabado y complejo, encontrando al presente como un sostén permanente de memorias.

Un semicírculo rodeaba una gran cantidad de jóvenes y adultos que, como el fuego mismo, auspiciaba un encuentro en perspectiva histórica que intentó recorrer las primeras resistencias de los pueblos indígenas ante el dominio español, hasta la actualidad. Un desafío, que convocó en primer lugar a Enrique Mamani, como parte del pueblo Qolla y desde la reivindicación de sus antepasados rescató la lucha de sus hermanos que lleva más de 500 años. “Estoy en el lugar de la resistencia, somos la vanguardia de ésta. No solamente resistimos a la cultura occidental, sino a los genes mismos del capitalismo y la explotación”, expresó. “Luchamos por un socialismo que incorpore la diversidad de saberes para un proyecto emancipador”.

Este hilo conductor de luchas y resistencias, llevó a la palabra de Juan Rosales, quien habló de la organización de los obreros y obreras hacia finales del siglo XIX y principios del XX. La memoria del reciente asesinato de Cristian Ferreyra, militante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), sobrevino como ejemplo de la vigencia de un Estado oligárquico, que lleva inherente desde su conformación, un sistema de violencia, genocidio y exclusión. Parte de las condiciones del nacimiento del Estado Nación argentino, fueron las condiciones de explotación laboral y de los derechos humanos de miles de trabajadores/as inmigrantes que pronto se convirtieron en “disolventes y perturbadores” para las elites argentinas. “Se inauguraron cárceles para encerrar los cuerpos y las almas de los luchadores, pero pudieron encontrar el camino para continuar la lucha”, expresó, en el afán por devolverle el pueblo a la historia truncada en personalismos y vacía de significación colectiva.

“Uno de los hilos que mantuvo esta lucha ha sido la esperanza de romper un sistema desde adentro y desde afuera”, reflexionó María Esther Tello, Madre de Plaza de Mayo y militante anarquista. Su historia de militancia se integra a la Resistencia Libertaria desde adolescente. Desde allí, recogieron el legado por cambiar el mundo a través de la organización desde abajo. “Convocamos a esos originarios, a los inmigrantes, anarquistas, socialistas, en esas luchas que recogimos como Resistencia Libertaria, organización a la que pertenecí y a la que también pertenecieron mis tres hijos desaparecidos”.

A pesar de un contexto de persecución y aniquilamiento, la represión policial en  la llamada “Semana Trágica” en 1919, los fusilamientos a los obreros rurales en la Patagonia en 1922, surgieron teatros populares, periódicos, organización de mujeres, bibliotecas, etc., “Bajo esta convocatoria se creó Resistencia Libertaria”, manifestó. En los ’70, la convicción y la conciencia se  sintetizaban en la premisa que María Esther recordó,  “porque es un derecho constitucional armarse para derribar una derribar una dictadura”. Los valores, las estrategias y la continuidad de la lucha también indagaron al público, parte de una generación cercana, incitando a comprender la historia para fortalecer las luchas del presente.

“Aprendimos que la lucha no había empezado el 17 de octubre, sino que éramos parte de una continuidad”, comentó Jorge Vázquez, al referirse a su militancia en la “Resistencia peronista”. En este período histórico que se remontó al Golpe de Estado de 1955 al gobierno de Perón, la palabra resistencia comenzaba a ser un síntoma del pueblo que se organizaba ante la proscripción del peronismo, el partido y todos sus símbolos y la persecución política sistemática llevada a cabo por la autodenonimada, “Revolución Libertadora”. El contexto de proscripción reforzó una identidad política que fue tomando diversas expresiones a lo largo de las décadas posteriores. “Tenemos que tener la garantía de la fuerza para presionar a las clases dominantes”, concluyó.

“La resistencia fue un fenómeno multifacético, masivo, desordenado y anárquico”, agregó Eduardo Gurucharri quien prosiguió con la palabra. Los 60’, fueron el período al cuál se refirió y destacó la figura de Felipe Vallese, el primer desaparecido en 1962, obrero metalúrgico y referente sindical, en un contexto conflictivo donde el sindicalismo iba dividiendo las aguas, entre la burocracia y la organización obrera. “La proscripción peronista creó las condiciones para el peronismo revolucionario, heredero de la resistencia y de los cambios insurreccionales en toda Latinoamérica, en particular de la Revolución Cubana”, analizó, rescatando para este Fogón  la conformación de la CGT de los argentinos, la figura de John W. Cooke; Gustavo Rearte; Alicia Eguren y el Congreso clandestino de 1968 donde se sustentaron las bases para la tendencia revolucionaria. La memoria de muchos y muchas militantes de aquel período, sobrevinieron al recuerdo y a su presencia como un legado vivo de la historia en este presente.

“El golpe de Onganía en 1966, vino a aniquilar todas las conquistas de las luchas. Cerró todos los canales de participación y expresión popular”, recuerda Carlos, “el Vasco” Orzaocoa, para contextualizar luego al estallido obrero – estudiantil que significó el “Cordobazo”, en 1969. Santiago Pampillón, Agustín Tosco, fueron algunas de los nombres que se expresaron reivindicando la unidad y la rebelión popular. “La lucha continuó, el Cordobazo tomó los antecedentes históricos y sintetizó la unidad de los trabajadores, estudiantes, con tendencias anarquistas, socialistas, comunistas, peronistas. Fue una expresión de una profunda conciencia democrática, popular y socialista (…), el campo popular se ubicó en una ofensiva que quebró la espina de la dictadura, en la construcción de una alternativa revolucionaria, (…) hicimos ejercicio del derecho a la insurrección”. En este contexto surgen las organizaciones armadas, a partir de la conformación de un programa y un proyecto de país que planteaba las medidas, “para convertir al pueblo en soberano, y al país en independiente”.

Juan Fernández, recordó el llamado “Tucumanazo”,  y las condiciones de los y las obreras en Tucumán hacia los ’60. “Se dio una traslado de las luchas hacia Rosario, Córdoba, Tucumán, y Buenos Aires dejó de ser el centro. Surgieron barriadas y puebladas en otras provincias del país”. En Tucumán los poblados se asentaron alrededor de los ingenios, al cerrarse las fuentes de trabajo, comenzaron a aglutinarse los y las trabajadoras desocupadas junto con los estudiantes, dando inicio a rebeliones populares que ocuparían prácticamente toda la capital tucumana.

“Era imposible no estar involucrado en la lucha para cambiar el mundo”, alude Graciela Chopinet, quien militó en Mar del Plata, durante los ’70 en las FAP, peronismo de base. “Estaba el peronismo obrero y el de los burócratas”, aseveró y comentó la experiencia de la Alternativa Independiente que se conformó en 1971. “La forma de construcción era desde las bases, en colectivo y en las asambleas que surgían en las fábricas y en los barrios”, expresó Graciela,  recordando el proceso de  las Interfabriles donde la organización de los y las obreras se daba por encima de los burócratas. En este hilo conductor hacia el presente, identificó la importancia de la organización horizontal y  la confianza en las creaciones colectivas del pasado y del presente, en el día a día en que se avanza prefigurando a mujeres y varones nuevos.

En este marco histórico, el Golpe de Estado de 1976, fruto de una complicad civil y militar, cobró entre sus principales víctimas al sector obrero. Guillermo Cieza contó su experiencia en las localidades de Berisso y Ensenada, declarada en aquel período como “zona subversiva”, donde a pesar de un extremo control por ser una zona preeminentemente fabril, nuevas formas de pequeñas y grandes resistencias aparecieron, y tuvieron sobre todo el valor de la solidaridad. “El Golpe de Estado se preparó como parte de una búsqueda de transformación estructural, no surgió para aplastar a la guerrilla”, agrega Nora Ciapponi, “35 años costó que la violencia sexual sistemática hacia las mujeres en los centros de detención clandestina, se incorpore como un delito de lesa humanidad”, enfatizó,  aludiendo también al sistema patriarcal en el que se imprime la justicia.

Llegando a los ’80, Miguel Liñan, dirigente de Acindar de La Matanza, se refirió a la lucha en las fábricas con la apertura democrática. “La característica central de los trabajadores fue la lucha contra la burocracia”, admitió e hizo hincapié en la flexibilización laboral, como consecuencia de un modelo económico inaugurado con la última dictadura militar, conformándose en la antesala a la precarización laboral actual.

“El proyecto de Menem culminó con el proyecto de la dictadura que destruyó al país”, continuó Nora Ciapponi,  para meterse en la década de los ’90. “El movimiento del pueblo, que surgió en el 2001 y de los que estamos aquí, somos parte de un proyecto de transformación social contra la mercantilización de la vida que sufrimos”, rescató.

Adriana, “la Tana”, Pascelli, continuó con la experiencias de los movimientos sociales que surgieron al calor de las luchas del 2001 y la conformación de la “Coordinadora de Desocupados, Aníbal Verón”. Como antesala al estallido social de 2001, fueron nombrados los primeros piquetes de los despedidos de YPF, en Mosconi, Tartagal y Plaza Huincul. “Lo distintivo de este proceso es que se retoma la palabra piquete, mecanismo utilizado en las huelgas fabriles, ahora en la expresión de las y los desocupados”. En este proceso que llega hasta la actualidad, se refirió a un movimiento que recupera mucho de la autonomía de la clase trabajadora, con la conformación de referentes y voceros, sin dirigentes, en el afán por otro tipo de construcción social y política sin verticalismos. La recuperación histórica de antiguas demandas, también retrotrajo la figura de Darío Santillán, militante popular asesinado en el 2002 junto a Maximiliano Kosteki, cuyas historias de vida aparecieron como un ejemplo de tantos jóvenes desocupados, que a pesar del maltrato de una sociedad expulsiva, dieron su vida por transformarla.

Leonardo Pérez Esquivel, integrante de “la Comisión por la recuperación de las privatizadas”, relató la conformación de las Asambleas en aquel contexto del año 2001. “A pesar de las derrotas, el protagonismo se dio a partir de la construcción de poder popular en el territorio, a través de la democracia de base en las asambleas con el protagonismo popular directo”.

Finalmente, Diego, “el Turco”, Abu Arab, actual militante del Frente Darío Santillán, cerró este recorrido por la memoria, aquel pasado del presente, siendo el más joven de la ronda. Revalorizando las experiencias, aludió a su militancia desde el Centro de Estudiantes de la escuela secundaria, y actualmente como trabajador en el Ministerio de Trabajo, reflexionando en la importancia de la multisectorialidad en la lucha para un cambio social y político.

Luego de tres horas, el “Fogón” se constituyó como una simbiosis de memorias encadenadas. Las narrativas orales que se pudieron elaborar y transmitir posibilitaron un diálogo en el presente desvaneciendo la dimensión temporal del pasado. La continuidad de las luchas tuvo su factor común en la resistencia permanente del pueblo. Aquella representación del pasado, históricamente construida, reunió al público en una identidad política que se inscribe en la necesidad de una construcción de un proyecto liberador.

AUDIOS
Aquí pueden escucharse fragmentos de las intervenciones durante el Fogón:
– Vasco Orzaocoa de la COMPA Cordoba
Eduardo Burruchardi (Militante del MR 17 de octubre)
Maria Ester Tello (Frente Popular Darío Santillán)

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